Hechos 2:20-21 “El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Séñor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”.
Hace poco tuvimos una "luna de sangre", fue anunciada con mucha expectación por un gran numero de cristianos y vista por un gran numero por el hecho de ser testigos que según la euforia del momento anuncia "el período de la tribulación".
Pero aquí en Hechos 2:14-21 encontramos a Pedro anunciando que la profecía de Joel, que incluye "el sol y la luna" es cumplida en ese momento. El evento histórico que sucedió fue lo que llaman muchos teólogos la inauguración del tiempo del Espíritu Santo. El Espíritu Santo vino sobre lo que estaban en un aposento alto y ellos comenzaron a hablar en diferentes idiomas. Las maravillas de Dios se estaban anunciando en diferentes idiomas. Y ante el desconcierto de muchos Pedro expone que este sucedo es el cumplimiento de la profecía de Joel.
Los que les gusta lo fantasioso no les parecerá lógico lo que leen, puesto que todas las señales de Joel no parecen suceder en el pentecostés. Pero aquí aprendemos una gran lección. La importancia de la profecía no es el lenguaje simbólico con el que es adornado y expresado, sino la gran verdad que se espera que suceda: "el derramamiento del Espíritu Santo".
Así que si esperamos que la profecía de Joel se cumpla en los postreros tiempos estamos errados y nos perderemos de participar de un evento histórico mas importante. Claro, preferimos participar de eventos de naturaleza fantasiosa, nos desvelamos esperando ver una Luna. Pero el evento histórico del que Dios quiere que participemos lo dejamos a un lado y participar en anunciar las maravillas de Dios a toda lengua,a toda nación lo consideramos un evento histórico ajeno a nuestra vida. Es mas, es poco interesante ante nuestra menta que fantasea en los pronosticos, en estar viendo y buscando señales en el cielo.
Podemos ser parte de este gran evento histórico, el del pentecostés, no con nuestro telescopio en mano, sino con nuestro corazón deseoso de ser lleno del Espíritu Santo para anunciar las maravillas de Dios
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