1. Estrategias. Una de las maneras en que busco solucionar las cosas, y no significa que este bien, estoy cambiando ello, es ignorando el asunto. Cuando he dañado a mi prójimo de alguna manera o mi prójimo causo una ofensa en mí, lo mejor para mi es no hablar del asunto. Hacer de cuenta que las situaciones que causaron heridas en realidad no sucedieron. No sé si sea tu manera favorita.
Supe de un matrimonio que cuando tenían sus diferencias. Se enojaban tanto que no se hablaban. La ley del hielo uno al otro. Sin embargo cuando él llegaba del trabajo, la comida ya estaba lista, calientita, y servida. El esposo llegaba se sentaba en la mesa comía a gusto, hablaba del trabajo, ella hablaba del chisme de los hermanos de la iglesia, reían el uno al otro y así, sin pedir perdón o arreglar el asunto, arreglaban sus diferencias. Volvían a discutir cuando se tocaba otra vez al asunto que no se solucionó.
Otra de las maneras que como solucionamos lo que esta echado a perder es haciendo una análisis y comparación con los errores de los demás. ¿Has escuchado la frase: “Una de cal por dos de arena? A veces cuando se nos está señalando las cosas que no estamos haciendo bien, o que tenemos actitudes incorrectas, injustas, lo que buscamos inmediatamente es ver en que están fallando los demás. “Yo soy violento e iracundo pero el otro no me tiene nada que decir ya que es una persona desordenada”.
2. Reglas. En el evangelio de Marcos, en el capítulo 7 (Marcos 7:1-23) encontramos una situación similar. Dos grupos de personas, los maestros de la ley los fariseos, se encuentran continuamente rechazando a Jesús y a su mensaje. Jesús estaba ejerciendo su ministerio. Ya se oía en los alrededores acerca de su enseñanza y su poder milagroso. Multitudes le estaba buscando para seguirles. En sus mentes y corazones al parecer estaban encontrando lo que necesitaban de parte de Dios. Los maestros de la ley y los fariseos ellos no necesitaban de Dios, así era su pensamiento. Por esa razón buscaban cuestionar todos los detallitos que encontraban. Al parecer encontraron que los discípulos no se lavaban las manos antes de comer. Ellos seguían las tradiciones de sus ancianos de lavar y lavar muchas cosas.
3. Corazones alejados. Ante el cuestionamiento Jesús responde, citando al profeta antiguo: Este pueblo me honra de labios pero su corazón está lejos de mí, en vano me adoran: sus enseñanzas no son más que reglas humanas”. (Isaías 29:13). La intención al parecer era buena, el de buscar estar limpio y no impuro. Pero Jesús en primera instancia les dice que son solo reglas sin trascendencia y no hay sinceridad en el corazón.
4. La hipocresía. Jesús amplía su respuesta reprochándoles que ellos tienen reglas para romper un mandamiento principal. El de honrar a su Padre y a su Madre. Ellos tenían un apartado, algo económico destinado para Dios. Un asunto bueno. Pero esto corrompió debido a que con tal de no ayudar a sus padres, en edad ya avanzada, ellos decían que lo tenían era “corban”, consagrado para Dios. En pocas palabras, ustedes se fijan en un asunto sin importancia, que no conlleva un asunto de pecado, para juzgar y ustedes son capaces de dejar morir a sus padres.
5. La contaminación. Y llama su atención diciéndoles: Nada de lo que viene de fuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona eso es lo que contamina.
¿Y que es eso que contamina, que es lo que sale de dentro del corazón? Los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia, la necedad.
6. La mejor estrategia. Para arreglas nuestras vidas, para solucionar lo que estamos haciendo mal es más fácil mirar la paja que esta el ojo de nuestro hermano. Es más fácil cerrar los ojos y hacer de cuenta que no está pasando nada. Es más fácil levantar nuestras manos en un canto solemne que hacer un análisis de corazón, que lavar, que purificar nuestro corazón.
Sin embargo Jesús nos dice aquí que en el Reino de Dios, estar en el reino de Dios conlleva entregar el corazón. Conlleva purificar nuestro corazón. No es cuestión de formalismos, no es de ciertas expresiones religiosas. No es cuestión de cumplir ciertas reglas. Como las que muchos cuelgan en las paredes de la entrada de sus templos con el título de reglas de vestimenta. Sino es: purificar, lavar el corazón mismo.

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